Nunca lo entendiste. Nunca comprendiste que si estaba para todo es porque estaba enamorada de ti. Que cada llamada y cada ganas de verte tenían un por qué. Nunca quisiste ver que mi sonrisa crecía cada vez que te miraba, ni que las horas en vela detrás de un teléfono eran por amor. Tú nunca lo entendiste. Por eso, ahora nunca sabrás lo que es salir de fiesta conmigo y que te duela la barriga de reír, o irnos a tomar café y acabar contándonos las más absurdas anécdotas. Volver a soltar preocupaciones y que se hagan más pequeñas conmigo. Nunca más sabrás lo que es que te haga un regalo y no sepas donde meterte de la vergüenza. No volverán a repetirse las horas al teléfono ni aquellos ya tan lejanos viajes. Solo y simplemente, porque tú nunca lo entendiste. Al igual que no viste la humillación que sentí al decirte que lo único que había pedido a los Reyes Magos este año era verte, y ya no podía cambiar el regalo, y tú te reíste y dijiste que querías saber qué pasaba si no venías, que...
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