Tiene la costumbre de darme los buenos días. Bonito.
Y me encanta.
Hace que me despierte siempre con la más grande de mis sonrisas.
Pone el despertador mucho más temprano de lo que tiene que levantarse, 
porque le gusta llegar pronto al trabajo. 
Cuando se sienta en el cine, ocupa su butaca
y la mía,
y se le queda el brazo dormido por tan mala postura.
Se pone nervioso si cree que lo observan, y le tiemblan las manos.
Y los pies.
Besa con ternura, atrapándome. Y yo me dejo envolver.
Tiene la magia de hacer que quiera verlo a todas horas.
Cuando me deja en casa nunca quiero que se vaya y me empuja fuera con esa sonrisa que me encanta.
Me hace cosquillas de lado sabiendo que me revolveré riéndome
y cerraré los brazos para quitarlo.
Pero no lo quitaría nunca.
Me deja dormir en su pecho, a pesar de que no deja de moverse en toda la noche,
y ya sé que ese es mi lugar favorito del mundo.
Ocupa todo su lado
y el mío,
y me destapa a todas horas.
Casi me empuja fuera de la cama
y dice que "no se mueve tanto"...
No os lo creeréis,
pero duermo peor
cuando está lejos.

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