Sabía que merecía mucho más de lo que era ella. ¿Cómo no iba a saberlo? Si solo mirarlo a los ojos veías los colores más bonitos del arcoiris. Si solo observar sus manos podías ver el hogar soñado de cualquier mortal. ¿Quién era ella para anhelar todo aquello? Una pobre ilusa loca del coño. Un esperpento que no sabía lo que era la tranquilidad. Que soñaba a manos abiertas, pero de sueños no se vive. Quizás él mereciera mucho más, o menos, quién sabe. Quizás solo apareció en su vida para darle una lección. Y ya la había aprendido. Ahora debía dejarlo marchar. Abrirle poco a poco el camino para que siguiera su andadura. Esta parada sólo había sido una posada, y ya se había demorado más de lo debido...

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