Voy a contarte un secreto: ... ya no me duermo pensando en ti. Y aunque nunca creyera esto posible, hoy te digo esto sonriendo: ya no pienso tanto en ti. Me ha costado mucho ¿sabes? He(mos) ido alimentando una esperanza vacía que finalmente se ha dado la vuelta y ha dado la cara. Y menos mal, porque podría haber seguido así durante años, esperándote. Esperando a alguien que no me quiere, que nunca me ha querido.
Mentiría si te dijera que no he sentido nada, yo sí llegué a enamorarme de ti. Hasta hace un mes me dormía y me levantaba pensando en ti, mirando tus fotografías, deseando hablarte. Sintiendo que eras la persona con la que quería pasar el resto de mi vida, la única por la que había cambiado de opinión respecto a los niños. La persona con la que me veía cada día siendo feliz. ¿Qué iban a importarme a mí unos kilómetros con tal de verte unos minutos tan solo? Hubiese sido capaz de cualquier cosa. Y que ingenua era. Nunca se me ocurrió preguntarte a ti, supongo que era el miedo a confirmar lo que ya sospechaba.
Algunos días todavía me viene a la mente tu rostro, sobre todo cuando acudo a esos sitios a los cuales fui por primera vez contigo. Vuelve a venirme a la mente tu sonrisa, y toda la conversación y momentos vividos en ese lugar. Y se me llenan los ojos de lágrimas, a veces. Tonta de mí, por pensar todo lo que hubiera podido ser y no ha sido.
Por suerte, soy mucho más fuerte de lo que pensaba, respiro hondo y miro a otro lado ("se fue de tu vida porque no quiso quedarse en ella") y ya luego la sonrisa vuelve a mi cara.
Reconozco que hace unos meses no me hubiese podido plantear el sacarte de mi vida, pero ahora realmente me hace daño tenerte en ella. Seguramente tú ni siquiera lo sospeches, pero es un auténtico calvario fingir que es amistad ese sentimiento tan fuerte que te taladra el pecho. Por eso un día la mente se cansa de ver sufrir al corazón, y comienza a poner tierra de por medio. Comienza a distraerte con nuevos proyectos, nuevas situaciones, nuevos lugares. Y comienza también a ponerte a prueba: "¿Vas a ser capaz de saber que está con una chica cuando te lo diga? ¿Vas a estar preparada para llorar durante días y noches enteras? ¿Eres lo suficientemente fuerte como para decirle (mentirle) que te alegras y quieres que sea feliz con la chica que elija?" Y un cuerno. Tu corazón sabe que la respuesta es "No", y que solo exponerse a cualquiera de estas situaciones sería un tiro a quemarropa que lo rompería en mil pedazos, de los que reponerse le costaría mucho más que años.
Por eso, un día cualquiera tu mente se despierta lanzándote dardos (verdades): "si no te escribe es porque no se acuerda de ti, si no te contesta es porque no le importas..." y en ese momento tu corazón se gira hacia un lado y coge de nuevo la armadura que se quitó cuando te conoció, esa que no pensaba volver a ponerse. Coge su casco, su escudo y afila su lanza... y baja la vista al suelo. Esa mirada que antes solo fijaba en el horizonte buscando tu silueta por si algún día aparecías por sorpresa, ya no quiere verte de nuevo. Ya no quiere sufrir más en vano.
Mentiría si dijera que no he llorado. He llorado mucho más de lo que te mereces. No te culpo, por supuesto, siempre supe que no me merecías, pero una no elije de quién se enamora. Hoy, en medio de un resfriado, con 38 de fiebre y un día duro de trabajo por delante, el corazón me ha mirado, triste, y me ha dicho que ya no puede más. Que me despida.
Está débil y herido y a mi se me nota en la cara. No me gusta que me digan que tengo la mirada triste, ni que mis amigos me llamen preocupados. Yo no les digo nada, ellos piensan que cerré este capítulo hace meses (cosa que debería haber hecho).
Por eso hoy, voy a contarte un secreto: las mejores cosas de la vida se pierden por miedo. Yo me enamoré de ti como nunca antes lo había hecho de nadie, incondicionalmente, pero mi corazón ya no es capaz de seguir aguantando tu indiferencia, y yo me quedo con él.
Sé feliz (y que yo nunca lo sepa).
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