Me gustan los días de lluvia. Las tardes tirada en el sofá con una manta sobre las piernas, sin peinar y con una bolsa repleta de golosinas. Sé que tengo un problema con esos pequeños y dañinos dulces, pero las drogas son eso: inevitables. Tenía muchas cosas en las que pensar, demasiados frentes abiertos, muy poco tiempo libre y unos ojos color café que no conseguía olvidar de ninguna de las maneras...
Aun así, me puse unas medias caladas, cogí el vestido con más flores que había en mi armario, y salí a despedir al sol en aquella tarde tan desapacible. Los finales salados siempre son los mejores, por eso sin duda, me dirigí hacia el mar: siempre me gustaron los atardeceres, y mucho más desde que había cambiado mi hogar. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL GIRASOL EN EL LENGUAJE DE LAS FLORES

RESUMEN 2017

UNA SEMANA MÁS PARA QUERERTE