Ha pasado casi un mes y aún no consigo quitarme esa mirada de la mente. La veo cada vez que cierro los ojos, esté donde esté. Y es extraño, porque no era acogedora. Tiene unos ojos que quieren contar mucho y, a la vez, callar otro tanto. Brillantes, y solitarios, que cada vez que me miraban yo intentaba adivinar lo que se escondía tras el muro opaco que ponía en ellos, pero no lo conseguía. Esos ojos oscuros mostraban, aquella noche, añoranza, valentía, cansancio, resignación, impotencia, pasión, dolor. Y eso fue lo que más llamó mi atención: reflejaban dolor, pero no propio, sino un dolor extremo observado del que les estaba costando reponerse, y, tras todo esto, estaba el muro que encerraba todo lo que no permitía enseñar, pero que se adivinaba de magnitudes extraordinarias.
Es alto, mucho más que yo, de pelo castaño y con barba espesa, enmarañada y no tan suave como me esperaba. Y su pose, estudiada al milímetro, era dura e imponente. Sus manos, aunque grandes, eran cálidas para mi sorpresa, curtidas y firmes. Unos brazos musculados y unas piernas duras se intuían bajo su ropa de calle. Es un chico de los que, a primera vista pasa desapercibido, pero que si fijas los ojos en él, ya no puedes dejar de mirarlo. Y todo esto, unido a esos ojos oscuros e insistentes, me hacían temblar aunque me sintiera, a la vez, segura. Paradojas.
No es muy hablador, observa más que habla. E intimida, mucho. Parece mucho más mayor de lo que realmente es, interiormente hablando, y esa fue una de las cosas que más me marcó de las horas de conversación. Es paciente, calmado, cauto. No me atrevo a decir nada más, porque es imaginarlo de nuevo y quedarme sin palabras.
¿El nombre de sus ojos? Militar de Operaciones Especiales, o Boinas Verdes comúnmente llamados. El del machete, como decía él. Barrendero, profesión que contaba a los demás.
¿Su nombre? ... "S" es la inicial del chico que una noche de mediados de octubre, sin esperarlo, me dejó sin palabras.
Es alto, mucho más que yo, de pelo castaño y con barba espesa, enmarañada y no tan suave como me esperaba. Y su pose, estudiada al milímetro, era dura e imponente. Sus manos, aunque grandes, eran cálidas para mi sorpresa, curtidas y firmes. Unos brazos musculados y unas piernas duras se intuían bajo su ropa de calle. Es un chico de los que, a primera vista pasa desapercibido, pero que si fijas los ojos en él, ya no puedes dejar de mirarlo. Y todo esto, unido a esos ojos oscuros e insistentes, me hacían temblar aunque me sintiera, a la vez, segura. Paradojas.
No es muy hablador, observa más que habla. E intimida, mucho. Parece mucho más mayor de lo que realmente es, interiormente hablando, y esa fue una de las cosas que más me marcó de las horas de conversación. Es paciente, calmado, cauto. No me atrevo a decir nada más, porque es imaginarlo de nuevo y quedarme sin palabras.
¿El nombre de sus ojos? Militar de Operaciones Especiales, o Boinas Verdes comúnmente llamados. El del machete, como decía él. Barrendero, profesión que contaba a los demás.
¿Su nombre? ... "S" es la inicial del chico que una noche de mediados de octubre, sin esperarlo, me dejó sin palabras.
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