TE CONFIESO QUE LE QUIERO
Te confieso...Que aún te pienso. Solo cuando quiero recordar por qué hoy estoy aquí
y por qué mis pasos marcaron distancia entre tus besos. Te confieso que
amo tu ausencia y el silencio que dejaron los abrazos de aquel mayo
sin sol.
Te confieso que me equivoqué una y mil veces. Que tropecé en cien
ocasiones con la misma piedra hasta deshacerla en arena. Y que mis
intentos de conseguirlo sumaron una larga lista de fracasos. Pero a
pesar de todo, si pudiese dar marcha atrás, te confieso que volvería a
equivocarme. Volvería a tropezarme, volvería a caerme. Porque a medida
que las heridas fueron siendo más grandes, más dolorosas, hubo un día en
que dejaron de doler. Hubo un día en el que las lágrimas fueron cada
vez más dulces y descubrí que las caídas me hacían más fuerte. Que cada
vez que volvía a ponerme en pie, en mis piernas se iban dibujando
músculos nuevos, más duros, más firmes. Y en un intento torpe de
encontrarme, descubrí que mis hombros sujetaban unas pupilas más
expertas, más resistentes, menos débiles.
Te confieso que me volví amiga de mis miedos. Le puse candado al viento y dibujé mil te quieros
en el espejo . Me sobran los intentos, las ganas de encontrarte y
cicatrices en mi piel. Te confieso que la paciencia nunca fue mi fuerte y
que por mucho que digan, hay cosas que no pueden esperar. Superé la
resistencia al no y desaliñé los iconos de aquellas sombras que se
disfrazaban de bondad. Escupí al aire mil suspiros y cuando quise darme
cuenta, el mundo aún se me antojaba demasiado cruel,
demasiado duro. Demasiado estúpido.
Te confieso que al principio tuve miedo. Coleccioné una larga lista
de sapos, de canciones y de sueños. Desdibujé las letras de aquella
poesía y convertí en razón tu indiferencia. Cambié el rencor por la
compasión y el echarte de menos por echarte de más. Y aunque el corazón a
veces me duela, siempre hay una luz que te recuerda que mientras lata,
mientras tus ventrículos estén fuertes para bailar con tus aurículas,
todo irá bien. Te confieso que por mucho que lo intenten, nunca me
rendiré. Que la curiosidad me convirtió en tigre y que ahora me gusta hacer el amor.
Te confieso que no estoy sola. Exclusivamente
depende de mi que tenga el coraje y el valor de caminar descalza, de
sentir la lluvia bajo mis pies y de que experimente por mi mismo que si quiero, el agua moja y no ahoga.
Te confieso que no escribo pensando en ti. Te confieso que los mundos de yupis son
mejores que este que hemos creado y estamos destruyendo. Que aún hay
personas que actúan desde el corazón, que dan los buenos días y que no
han perdido la educación. Te confieso que son muchas las personas que me
hablan de desamor. Que viven una vida que no quieren. Que tienen una
mujer o un marido al que no quieren. Que tienen unos hijos a los que a
penas ven. Y que tienen un trabajo que detestan. ¿No es triste? Para mi
si. Porque aunque intentemos enmascarar la tristeza de nuestra alma, al
final todo sale. Todo termina. Y la vida se nos va en un suspiro. Te
confieso que también conozco a muchas personas que quieren a su mujer,
que quieren a su marido y que aman la vida que tienen y quieren tener.
Simplemente se trata de tomar decisiones. Todo depende de cada uno.
Te confieso que aprendí que de lo importante no se habla. Que de las
mejores historias no hay fotos, ni estados en facebook, ni
demostraciones forzadas. Aprendí a guardar en secreto la historia de
amor más importante de mi vida. Esa que sin tú saberlo, existe. Y
existirá por siempre.
Y te confieso que por mucho que intentes darle la vuelta a mis
palabras o al sentido de lo que escribo, solo encontrarás el reflejo de
un verbo inexplicable.
Te confieso que le quiero. Aunque a veces, me resulte extraño.
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