TENÍA CAFE EN LA MIRADA...

Septiembre, y su café al mirar. Así fue como empezaban una serie de poemas con la amplia sonrisa de quien escribe ilusionado. Café con todos sus efectos: el insomnio, el aroma, los nervios, el color tostado del verano en la piel... Fue en esos días cuando me aficioné a ese tono. Tan vivo y lleno de matices, con tantos sabores y sinsabores unidos a él: dulce al primer sorbo y la mayoría de las noches, agrio los días nublados, sobre todo muchos lunes, amargo los domingos cuando tienes que dejar la taza por un tren que espera; caliente y frio a partes iguales, pero solo días, u horas, este café de edición limitada era bastante difícil de entender, pero excitante a la vez. Emoción en cada sorbo y curiosidad en cada taza. Pero sobre todo, era lo "diferente" de otros. Y como toda exclusividad, ese paquete de emociones llegó a su fin, sin previo aviso, de esas veces que metes la cuchara y no esperas que el paquete esté vacío, pero sí. Ahora vuelvo a beber té dulce, aunque septiembre signifique café y los 28 azucarillos vaticinen otoño, y aunque aparentemente, nada de esto tenga mucho sentido...

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