Se levanta a media mañana, porque es incapaz de madrugar, y se quita el pijama aun de invierno para ponerse uno de esos vaqueros normales. Le encanta desayunar tranquila, como si tuviese todo el tiempo del mundo, para después ponerse manos a la obra. Ya hace mucho que no le dan los buenos días con un bonito mensaje, pero ella es feliz a su manera. Le encanta la repostería pero la practica menos de lo que debería. Y escribir, pff, no había nada que le gustara más, aunque ahora lo tenga un poco abandonado. Suele tener la mente siempre ocupada con un millón de cosas que hacen que el día se le pase volando. A veces llora de la risa. Otras, simplemente, se traslada junto a su mente a otro lugar, quien sabe dónde. Le gustan los viajes, y los abrazos, y las bienvenidas. Le gustan los besos, aunque hace mucho que no recibe uno sincero en los labios. Le encantan las largas duchas con agua hirviendo y salir roja de la bañera. Le gusta la música, y esas canciones ñoñas que le sacan una lagrimilla. Le gusta conducir y perderse de camino a cualquier lugar. Le gusta que la mimen, aunque de eso ya casi no se acuerda. 
Ha cambiado los amores de una noche por cervezas con sus amigos. Sigue callando por miedo a molestar, pero solo a veces. Odia que no le contesten. Le encanta ir a la playa, aunque no pueda practicarlo demasiado. Es la que nada más llegar a Venecia se puso a bailar en la plaza más concurrida. Lee mucho, siempre que puede, incluso camino a los sitios. Sueña con caballeros que la inviten al cine. Todavía escucha algún nombre que le hace temblar por un momento antes de girar la cabeza. Aún tiene pesadillas de vez en cuando, y le sigue gustando pasear sola, ajena al mundo. Ha cambiado los llantos de desconsuelo por hondos suspiros. Y a su modo, a su modo, es feliz. Eso intenta. Vendrán tiempos mejores, no le cabe duda.

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