Tienes en tu cama al amor de mi vida. Eso para empezar. Quiero que queden claras las posturas frente a esto. Yo soy la que no puede tenerlo, la que está lejos y la que sufrirá cada día por saber qué hubiera pasado, la que se duerme cada noche pensando en él, la que lo hizo soñar ese verano pero se fue dejándolo solo, y tú tienes que ponerte en la postura de la salvadora, la princesa, la chica ideal que lo hará soñar y dormirse cada noche con una sonrisa. La buena del cuento, la que estará a su lado siempre. Tienes el deber de hacer que se olvide de mí. No intentes rendirte nunca o tendrás problemas conmigo.
¿Ves esa zona justo debajo de su espalda donde le queda la cintura del pantalón? Es mía. Es el punto exacto de su piel blanca donde empiezo y acabo yo, el cuadro que oculta la historia más bonita de Cádiz, el extremo del vértice que sostiene el millón de cosquillas que tiene y no dejaré que toques. Él ya sabe todo esto, y lo sabrá siempre. Ni se te ocurra tocarlo ni preguntarle nunca por su historia, y mucho menos intentar hacerlo tuyo. Soy peligrosa.
Llévalo los jueves a ver teatro. Los martes le gusta estar en casa y pedir comida basura. Los domingos eran los días en que viajábamos a cualquier lugar disfrutando el uno del otro. Hazlo muchas veces. Todos los del mes. Mínimo. No lo dejes pensando solo, se agobia con facilidad. No dejes nunca que se vaya a la cama con la cabeza hecha un lío, es de pensar las cosas demasiado y tú tienes el deber de tranquilizarlo y distraerlo. Cuida su cuerpo como jamás lo he cuidado yo. Los viernes son su salvavidas. Ahí acaba la monotonía semanal con las salidas con los amigos. Te echará de menos, pero nunca te lo dirá. Él nunca dice las cosas que importan. Invítalo a dormir a tu casa. Aunque no te lo pida es lo único que quiere. Le gusta dejarte su hombro como almohada, y no te dirá que está incómodo, y que lo abracen fuerte por detrás, para sentirte cerca, y tú debes hacerlo. Adora las motos y ver las carreras. Es del barcelona. Los sábados, si él no quiere, no insistas en verlo. Dale espacio, yo no supe hacerlo. Déjalo libre. Él vendrá a ti cuando le apetezca. Así son los gatos. Independientemente dependientes de alguien que les cuide cuando ellos quieran. Yo no lo entendí, hasta ahora. Los lunes está depresivo, suele comer dulces y entretenerse en minucias, ahora seguramente en su bonito coche nuevo, y te echará de menos. Recuerda: nunca te lo dirá. No cree en los lunes.
Otra cosa. Generalmente no le gusta pasear agarrado de la mano de nadie, ni hablar de chicas, ni las presumidas, ni que otros chicos tonteen contigo. Que quede claro, tu eres suya, aunque él nunca va a ser del todo tuyo. La mejor parte siempre se quedará consigo y no contigo. Tampoco le gustan los poetas. Ni se te ocurra escribirle. Eso ya es cosa mía y él también lo sabe. Tiene que leer todo lo que le escribo. Viaja bastante, le encanta ver mundo, y su bicicleta. Recógelo siempre que llegue de una de sus escapadas. Sorpréndelo. Le encanta.
Esto es fundamental: tienes que enamorarte de su mirada. Su mirada tiene que ser tu razón para vivir, los motivos por los cuales te despiertas y te acuestas cada puta noche. Un truco: descubre donde tiene las cosquillas, así te será mas fácil mirarle a sus imponentes ojos. Pero no toques demasiado. Soy peligrosa.
Escucha sus problemas y hazlos tuyos también. Escucha cuando se agobie, cuando esté preocupado, y cuando quiera matar a alguien, escucha cuando te hable de él, sus frustraciones, sus logros, sus sueños... lo hace poco así que presta mucha atención. Llévale cerveza y déjalo que hable. Tú escucha y aprende. No lo interrumpas.
Mira, tú nunca me vas a caer bien, eso ya lo sabemos las dos. Ni yo pretendo caerte bien a ti. Probablemente ahora mismo seas la persona que más odie, deteste y envidie en este mundo. Te mataría si pudiera. Te mataría por tocarlo sin lavarte las manos, por besarlo, por jugar con sus perras, por escucharlo cantar, por sentarte en su sofá y verlo todos los días... Te mataría, lo juro. A sangre fría. Mira, voy a acabar ya esto. Te propongo un trato. Los tratos, en este caso, son más bien imposiciones. Tú lo haces feliz, no quiero verlo triste jamás, y yo te perdono la vida.

PD: Dile a su piel que aún me acuerdo.

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