Año 2020, el año de la enfermería. Nos lo llevaban diciendo desde el verano anterior. Un año a lo grande para la profesión, y lo está siendo literalmente, aunque ninguno lo esperara de esta forma. Mi año, pensaba yo a finales de 2019: el año en el que he comprado mi piso, pensaba hacerme un traje de flamenca nuevo, otro tatuaje, empezar la reforma, comprarme una moto e irme de vacaciones lejos... Que ilusa.
El año que recordaremos el resto de nuestros días. La famosa pandemia que nos metía en casa a cal y canto y nos enseñaba, sin quererlo, miles de cosas.
Nos ha enseñado que las cosas que menos valorábamos eran las más importantes: un abrazo, un beso, un rato con los amigos, las reuniones los fines de semana, las cenas, las risas...Nos ha enseñado que el dinero no compra la felicidad, ni la salud, y que un futbolista es cien veces más prescindible que una enfermera.
Nos ha enseñado a valorar las profesiones a las que antes no dábamos importancia: un agricultor, un camionero, un auxiliar de enfermería... Ha enseñado a la población en general lo que es un mundo sin UNA vacuna, que existen enfermedades contagiosas, pacientes aislados, EPIS y demás material que para nosostros los sanitarios eran pan de cada día. Siempre hemos tratado con pacientes aislados, pero nunca tanta cantidad a la vez.
Nos ha enseñado que quien de verdad te quiere se preocupa por tí, te escribe, te llama, te escucha. A mí me ha enseñado que, por mucho que me duela y haya llorado, quienes pensaba mis amigos incondicionales no lo son, al menos no todos ellos. Me ha enseñado que no siempre se recoge lo que se siembra y que a veces, en los peores momentos, tus pilares se derrumban y te dan la espalda.
He llorado mucho y sigo haciéndolo. He sentido mi corazón romperse como nunca antes se había roto por ningún amor, y duele: nunca pensé que el corazón doliera tanto. Pero no pasa nada. He soportado horas debajo de plasticos, muertos sin poder consolar a sus familiares, plantarle cara al miedo cada vez que me metía en la habitación de un paciente contagiado, llorar al montarme en el coche cada día... He soportado el aislamiento, el aprender a no tocar, a olvidar los abrazos y los besos, he tenido dias tristes en los que no me apetecía ni levantarme...
Si he podido con todo esto, podré superar el duelo por la pérdida de quienes consideraba mis amigos, pero ya no.
Si he podido con todo esto, podré superar el duelo por la pérdida de quienes consideraba mis amigos, pero ya no.
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