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Mostrando entradas de octubre, 2020
Oscuros. Quizás negros, o de un marrón chocolate tan profundo que daba miedo mirarlos detenidamente. Intimidantes. O eso suponía. En realidad no tenía ni un asomo de idea de cuál era el color exacto de sus ojos, pero de lo que si estaba infinitamente segura, era de que una sola de sus miradas podría llegar a hacerme temblar... 
¿Sabes cuál es esa sensación de cuando te levantas vacía y no hay ni una pizca de ilusión que te haga levantar el día? Casi siempre viene seguida de un momento anterior en que lo has entregado todo, y ya no te queda nada para ti. Esos momentos posteriores a tener un corazón desnudo que espera que lo arropen pero no lo encuentra. Es una sensación fría, extraña. Te hace sentir intrusa en tu propio cuerpo. Tus manos no reconocen tus mejillas y tus ojos suelen oler a mar. El tacto de tu piel ya no es tan suave y tu mirada se encuentra perdida en un limbo del que ni siquiera es consciente de que debe salir. Tus pies se quedan fríos, tus labios inmóviles. Tu pelo se queda sin brillo y tu sonrisa no es capaz de florecer, sabes, en mucho tiempo ya. El paso previo a un corazón roto es una de las peores sensaciones que podemos experimentar, pero aun así, nunca podrá compararse al preciso instante en el que sientes el crujir que indica que se está rompiendo: ese segundo, ese crujido que te deja c...
Y de repente, sin previo aviso, mis lágrimas comenzaron a correr mejilla abajo. No sabía si por pena, frustración, impotencia... Solo sabía que me sentía pequeña y desvalida, tanto como cuando le desnudas tu alma a alguien que mira hacia otro lado. Era un dolor profundo, desgarrador, de ese que aparece y no sabes cuánto va a quedarse.  A veces cansaba ser siempre la chica buena, la que se conforma, la que siempre está. A veces esta chica solo necesita que por una vez en la vida, no la traten como a una chica buena, sino que la elijan. Pese a todo. Para todo. Esta noche iba a costar dormirme.  Había sentido como por un segundo mi corazón se hinchaba y se desinflaba momentos después con la misma rapidez. No es fácil sentir crujir tu corazón y seguir como si nada hubiera pasado. Si algo había aprendido en estos años era a quererme, por eso me abracé bien fuerte, y me volví a decir a mí misma que nunca dejaría que nadie volviera a hacerme daño de nuevo... Y lloré, como llora un al...