Oscuros. Quizás negros, o de un marrón chocolate tan profundo que daba miedo mirarlos detenidamente. Intimidantes. O eso suponía. En realidad no tenía ni un asomo de idea de cuál era el color exacto de sus ojos, pero de lo que si estaba infinitamente segura, era de que una sola de sus miradas podría llegar a hacerme temblar... 

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