Y de repente, sin previo aviso, mis lágrimas comenzaron a correr mejilla abajo. No sabía si por pena, frustración, impotencia...
Solo sabía que me sentía pequeña y desvalida, tanto como cuando le desnudas tu alma a alguien que mira hacia otro lado. Era un dolor profundo, desgarrador, de ese que aparece y no sabes cuánto va a quedarse.
A veces cansaba ser siempre la chica buena, la que se conforma, la que siempre está. A veces esta chica solo necesita que por una vez en la vida, no la traten como a una chica buena, sino que la elijan. Pese a todo. Para todo.
Esta noche iba a costar dormirme. Había sentido como por un segundo mi corazón se hinchaba y se desinflaba momentos después con la misma rapidez. No es fácil sentir crujir tu corazón y seguir como si nada hubiera pasado.
Si algo había aprendido en estos años era a quererme, por eso me abracé bien fuerte, y me volví a decir a mí misma que nunca dejaría que nadie volviera a hacerme daño de nuevo...
Y lloré, como llora un alma rota que ha intentado darlo todo a quien no quería nada.
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