A VECES EXISTEN LOS AMORES PUROS

Para amar a alguien no necesitas tenerlo. Es tan fácil como ver su sonrisa de vez en cuando, oir su voz entre la muchedumbre, soñar su aroma. Porque no todos los amores son posesivos, a veces solo se trata de continuar, de aceptar las decisiones del otro, de sonreir sin romperte. No es necesario tener que rozar su piel de nuevo para sentir su calor, ni tocar su pelo para sentir su suavidad. No necesito tocar su pecho para contar los latidos de su corazón acelerado al acercarme, ni mirarle para ver el color de sus ojos: ese café aún mantiene despiertos todos mis sentidos. Del mismo modo que todos esos placeres se encuentran, aún, guardados en mi memoria.
No es necesario tener una persona a tu lado para que te haga sentir cosas. Muchas personas nos tocan a lo largo de la vida y ni siquiera nos damos cuenta. Y sin embargo, llega una que te despierta a la vida, que te enseña el azul del cielo y el negro de la noche. Que te cuenta que las estrellas no se apagan y que la luna no se acuesta. Que te susurra, despacito, las letras de tu nombre. Que te desala el mar con un suspiro. Y eso es amor, dure un minuto o dure una nube.
No es necesario que te hable todos los días para sentir su resplandor, ni saber si sigue ahí. El simple hecho de haberse asomado a tu vida, a abrir la ventana para que entrase el sol un día nublado, hacen que tenga un lugar en ese inmenso mundo que son los recuerdos. Porque, a veces, el amor se agranda cuando se va esa persona, en lugar de volverse pequeño hasta desaparecer. A veces existen los amores puros, los que no piden nada a cambio, esos que se demuestran dejando ir...

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