Me
paré a observarla unos minutos. Llevaba el pelo recogido en un trenza,
despeinada como siempre, con mil pelos fuera. No sé cómo lo hace pero
está preciosa así, natural. Llevaba una camisa blanca amplia, remangada y
unos vaqueros oscuros. Sentada en el escalón de la puerta, con la
mirada perdida y su fiel compañera danzando entre sus manos. ¿En qué
estaría pensando? No quise preguntar, una por no sacarla de su
ensimismamiento, y dos porque sabía perfectamente que ese brillo en los ojos no lo despierta cualquiera...
Era
fuerte, más de lo que ella creía. Con los pocos años que contaba
llevaba ya mucho a sus espaldas, y la había visto salir de situaciones
que pensé que la superarían. Ella era la chica de la mala suerte, como
solía decir. La chica que para una vez que se enamora no apuestan por
ella. La que tiene alrededor a montones de capullos que no le interesan
porque ninguno es "él". La chica que, aunque esté destrozada por dentro,
siempre verás con una sonrisa, y que por muy mal día que tenga, hará
todo lo posible por mejorar el tuyo.
La de las gafotas
que la lía parda a cualquier sitio que va. La que pone unas caras que
son para reírse. La que se preocupa por todos pero siempre se ve sola
cuando necesita a alguien.
La chica del corazón resquebrajado pegado con esparadrapo...
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