Volví a dormirme pensando en él, en esa mirada cálida que me transportaba, con solo mirarme, al más bonito lugar jamás contado; como cada noche. Volví a cerrar los ojos y a oler su colonia que me embriagaba, y que nunca quiso desvelarme por hacerme rabiar. Volví a ver sus labios que tanto me gustaban, diciendo mi nombre. Volví a sentir el suave tacto, pausado, de sus manos sobre mi espalda...
Volví a sentir el calor de sus labios rozando los míos y la sensación de estar de nuevo en casa. Volví a sentir su pelo entre mis dedos, y juguetear con su barba. Volví a decirle que era un "indiota" y el fresco sonido de su risa me hizo abrir los ojos para traerme de nuevo a la realidad. No, no lo tenía a mi lado como tanto me hubiese gustado. Hacía ya unos días que apenas hablábamos, quizás se había olvidado de mí. Quizás ya tenía a otra chica a la que sonreirle y contarle sus cosas...
Quizás debería haberle dicho que estaba dispuesta a mover montañas por verle sonreír cada día. Que sería capaz de cruzar el mundo entero si sabía que él me esperaba al otro lado. Que desde que lo miré a los ojos por primera vez supe que iba a cambiar mi vida. Quizás debería haberle dicho que desde que lo conocí no me quedaron
ganas de mirar a nadie más. Que me encantaba escuchar su voz y reírme de
sus tonterías... Pero no. No quise decirle nada. Respeté su decisión de no complicarse la vida. ¿Quién era yo para animarle a hacer lo contrario?
Más de una vez estuve a punto de coger el coche y plantarme en su puerta (fuera cual fuese) y decirle que era un idiota pero que me importaba una mierda porque una no elige de quién se enamora.
Más de una vez le escribí cosas bonitas y las borré sin mandarlas. Y otras tantas veces busqué su número para llamarlo y solté el teléfono sin hacerlo. A veces hay que entender que si una persona te quiere en su vida te da un lugar en ella, no te hace pelear por un puesto. Y así me sentía yo, como si tuviera que demostrarle que merezco un hueco en su agitada vida. Que era digna merecedora de su atención. Y lo único que conseguía era sentirme humillada cada vez que le hablaba y no recibía contestación, o la recibía al día siguiente.
Siempre he pensado que el peor sentimiento que existe es la duda entre intentarlo una vez más o rendirse. Yo me rendí porque ya había oído suficientes veces que no quería verme. Porque no entendía como las personas cambian tanto de un mes a otro. Porque aprendí con el tiempo que merezco alguien que luche por mí como yo estoy dispuesta a hacerlo.
Me rendí porque a veces duele menos decirle al corazón que no se puede, a decirle que el otro no siente lo mismo...
Más de una vez estuve a punto de coger el coche y plantarme en su puerta (fuera cual fuese) y decirle que era un idiota pero que me importaba una mierda porque una no elige de quién se enamora.
Más de una vez le escribí cosas bonitas y las borré sin mandarlas. Y otras tantas veces busqué su número para llamarlo y solté el teléfono sin hacerlo. A veces hay que entender que si una persona te quiere en su vida te da un lugar en ella, no te hace pelear por un puesto. Y así me sentía yo, como si tuviera que demostrarle que merezco un hueco en su agitada vida. Que era digna merecedora de su atención. Y lo único que conseguía era sentirme humillada cada vez que le hablaba y no recibía contestación, o la recibía al día siguiente.
Siempre he pensado que el peor sentimiento que existe es la duda entre intentarlo una vez más o rendirse. Yo me rendí porque ya había oído suficientes veces que no quería verme. Porque no entendía como las personas cambian tanto de un mes a otro. Porque aprendí con el tiempo que merezco alguien que luche por mí como yo estoy dispuesta a hacerlo.
Me rendí porque a veces duele menos decirle al corazón que no se puede, a decirle que el otro no siente lo mismo...
Sí, yo me enamoré de un granaino mala follá...
... y nunca se lo dije.
... y nunca se lo dije.
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