A veces, a estas alturas de la vida, entre noches de insomnio y tardes de cafés, le daba por pensar. Volvía al bucle insano de pensar demasiado. De dar demasiadas vueltas a la vida. Volvía a estar triste. ¿Qué le pasaba a la pequeña princesa? Había abandonado la garra que la caracterizaba. Estaba a la deriva, vulnerable. Había perdido la guerra contra sí misma. Aquella en la que se juraba que nunca más volvería a llorar por idiotas. Porque por hombres nunca había llorado, pero por idiotas, mucho. Y volvía a mirar al techo buscando el error. Su error. La respuesta a aquello que hacía mal para que nadie apostase por ella. Sabía que era feliz así, sola, pero de vez en cuando también añoraba un hombro en el que apoyarse para ver una película un domingo cualquiera. De vez en cuando también es agradable escuchar un "te quiero" antes de dormir. Porque algunos días necesitamos que alguien más luche contra nuestros monstruos...
Se preguntaba qué se sentiría al llegar a casa y encontrar a alguien que te recibe con los brazos abiertos y la mayor de sus sonrisas. Cómo se siente que alguien te quiera de verdad...
Quizás solo deba aceptar que el amor no está hecho para ella. Que sólo existe en los libros. Que su imaginación debe tomarse un respiro porque nada de esto es sano. Quizás el hombre de sus sueños ni siquiera sabe que existe. Y lo acepta, no se da por vencida, pero frena el rumbo. Y lo volverá a intentar y estrellarse en mil ocasiones más, de eso no cabe duda.
Pero es que, a veces, sólo necesitamos encontrar a alguien que nos recuerde como usar el corazón...
Pero es que, a veces, sólo necesitamos encontrar a alguien que nos recuerde como usar el corazón...
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