PERDIDA, Y LOCA

Se cubrió el rostro con las manos y suspiró largamente. No podía seguir así. Estaba tremendamente confundida y deshubicada. Perdida. Ésa era la palabra. Una lágrima resbaló por su mejilla, arrastrando a su paso restos de colorete rosado. Bajaba lentamente, como si no supiese el camino y temiera perderse, para desembocar en un mechón de pelo que interrumpía su paso por el cuello. Tras ella, una gota tras otra continuaron el camino ya hecho, con más rapidez. Sobrepasada. No podía soportar tanta presión en su interior. Se dejó caer en el sillón mirando a sus zapatos, sin ver nada. Recordaba palabras sueltas, imágenes sucediéndose, pensamientos entremezclados, y a su vez, un desasosiego sin igual.
No podía seguir así. No era sano ni física ni psicológicamente. No podía centrarse en un dolor que no tenía ni pies ni cabeza. ¿Dónde estaba su raciocinio?Y lo peor de todo: ¿Qué debía hacer? Esa era la pregunta vital para la que llevaba semanas sin encontrar respuesta... Y que necesitaba con la mayor de las premuras. Iba a volverse loca, loca de atar. No de su locura innata que era medianamente sana, no. Loca completamente. De la locura que te envuelve cuando estás de los nervios y llevas días sin dormir. Loca como cuando te hablan y no contestas porque tu mente viaja a otros lados inalcanzables en tiempo y espacio. Una loca angustiada sin razón ni motivo. Loca, al fin y al cabo.

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