"PEPO, EL CORAZÓN NO DUELE"
Recuerdo cuando, de pequeña, tras un día agotador de no parar quieta, le decía a mi abuela que "me dolía el corazón". Era un dolor que me apretaba a la altura del pecho, y que me hacía frenar en mi actividad, de ahí mi preocupación. Ella me miraba con cara de abuela buena y me decía: "Pepo, el corazón no duele. Tiene que ser otra cosa." Siempre me llamaba "Pepo", derivado de pepona, pero esa palabra quedaba demasiado grande para un fideillo revoltoso de pelo rizado que yo era, quedándose por lo tanto en "Pepo". Y yo, por la noche, me ponía a pensar mucho hasta que me vencía el sueño. Pensaba y pensaba y pensaba, y cada noche llegaba a una conclusión distinta que trasladaba a mi abuela nada más levantarme: "Abuela, ya se por qué me duele el corazón. Anoche ya me dí cuenta. Es por que echo de menos a mis papis. ¿A que sí?" Y mi abuela, con su infinita paciencia, volvía a decirme lo mismo: "Pepo, el corazón no duele, y menos siendo tan pequeña. Tiene que ser otra cosa. Tus papis ya mismo vienen, hoy vamos a llamarlos". Y ese día se me olvidaba. Pero al día siguiente seguía en mis cavilas de saber qué era lo que a mi me dolía. Otra noche productiva de las mías de pensar mucho dí con la respuesta, o eso creía: "Abuela, ya se lo que es. Ya se por qué me duele en el pecho. Como tu dices que el corazón no duele tienen que ser los pulmones. Me duelen los pulmones abuela." Y ella se reía por lo bajito, procurando que yo no la viera, y con toda su santa paciencia me decía: "A ti no te duele nada Pepo, eso es que estás aburrida y te lo imaginas". Yo no me quedaba muy conforme pero quería hacer mil cosas y aplazaba mi curiosidad hasta la noche. Ya en la cama seguía dándole vueltas y fíjate por donde, una noche, pensé que tenía un grave problema que debía contarle urgentemente a mi abuela y no podía esperar a la mañana siguiente: "Abuela despierta, estoy mu preocupá. Ya se lo que tengo. Me duele a veces el pecho porque creo que una tripa se ha salido de su sitio y se me ha venido para arriba". Y mi abuela, la pobre, que tiene el cielo ganado por haberme criado, se levantaba y me llevaba de nuevo a la cama intentando no reírse de mi cara de preocupación, diciéndome que por la mañana iríamos al médico. Y efectivamente, no me dolían ni el corazón, ni los pulmones, ni tenía una tripa fuera. Simplemente era nervioso, por ser un ciclón.
Han pasado muchos años de eso, pero la frase de mi abuela se me quedó grabada: "el corazón no duele". Con cinco años seguramente no, pero díganselo a esa joven enamorada que se duerme con lágrimas en los ojos. A esa chica que observa a la nada con recuerdos en la mirada. La que para una vez que se enamora no apuestan por ella. A esa chica que se duerme esperando un mensaje que ya no llega. Que dejó marchar al amor de su vida por no ser correspondida. Vayan, mírenla a los ojos y díganle que ese peso que siente en el corazón no es dolor...
Y luego me lo cuentan.
Han pasado muchos años de eso, pero la frase de mi abuela se me quedó grabada: "el corazón no duele". Con cinco años seguramente no, pero díganselo a esa joven enamorada que se duerme con lágrimas en los ojos. A esa chica que observa a la nada con recuerdos en la mirada. La que para una vez que se enamora no apuestan por ella. A esa chica que se duerme esperando un mensaje que ya no llega. Que dejó marchar al amor de su vida por no ser correspondida. Vayan, mírenla a los ojos y díganle que ese peso que siente en el corazón no es dolor...
Y luego me lo cuentan.
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