Como todas las heridas, los corazones rotos llevan un proceso de cicatrización, más rápido o más lento dependiendo del jarabe tomado. Eso sí, debe pasar poco a poco por todas sus fases, desde la rotura hasta su completa unión, quedando finalmente un corazón meramente lastimado, pero más sabio, y con más miedos. Miedo a las recaídas, las puñaladas, los rasguños, las preguntas inesperadas, los recuerdos sobresaltados... Porque no debemos engañarnos, un corazón roto ya no vuelve a ser el que era, puede seguir regalando amor a raudales como al principio, sí, pero ya no de la misma forma. Esa cicatriz que quedó se vuelve dura e inservible, incapaz de sentir nada, proporcional al daño recibido. Ese es el riesgo que conlleva sacarse el corazón y dejarlo en manos de otra persona. Si ya siente miedo cuando lo sacan de su caja, imagínate cuando ha sido lastimado... Porque los corazones no buscan su otra mitad, como siempre nos han hecho creer, ya están suficientemente enteros por sí solos. Busc...