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BYE 2020

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Querido 2020, creo que el mundo entero quiere que te acabes. Para ser justos contigo, diré que no todo ha sido malo. Yo empecé este año con mucha ilusión firmando mi hipoteca y teniendo mi piso nuevo. Ilusiones y alegrías que aún me acompañan hoy día. Poco después llegó nuestro querido amigo el virus metiéndonos a todos en casa y haciéndonos valorar las pequeñas cosas de la vida.  Hemos reído, hemos llorado, nos hemos desesperado, hemos perdido el sueño y el apetito.. Ha sido un año duro de trabajo y estrés, pero aun así no lo considero un año malo en general, para mí, el 2020 siempre será ese año especial... Y para no perder tradición, el año en imágenes, que son pocas debido a las circunstancias: PD: Feliz navidad a todos, espero que paséis unas fiestas en el amor de la familia y siendo responsables, valorad lo que tenéis antes de poder perderlo. Salud y Felices Fiestas!!!
Me gustan los días de lluvia. Las tardes tirada en el sofá con una manta sobre las piernas, sin peinar y con una bolsa repleta de golosinas. Sé que tengo un problema con esos pequeños y dañinos dulces, pero las drogas son eso: inevitables. Tenía muchas cosas en las que pensar, demasiados frentes abiertos, muy poco tiempo libre y unos ojos color café que no conseguía olvidar de ninguna de las maneras... Aun así, me puse unas medias caladas, cogí el vestido con más flores que había en mi armario, y salí a despedir al sol en aquella tarde tan desapacible. Los finales salados siempre son los mejores, por eso sin duda, me dirigí hacia el mar: siempre me gustaron los atardeceres, y mucho más desde que había cambiado mi hogar. 
 Hay días dispersos en los que tu mente vaga de un recuerdo a otro, de una persona a otra. Recreas conversaciones, sentimientos, sensaciones, pensamientos... Vuelvo a ver esos ojos de agua frente a mí y vuelvo a sentir la suavidad de sus labios que siempre me envuelve. Esa, sin duda, es la imagen que siempre me hace dormirme: la calidez de su boca atrapando la mía, la fuerza de su abrazo al estrecharme contra él, sus ojos llenos de agua turbia que por más que lo intente nunca llego a descifrar.  La calma, la confianza, la paz que me da su torso desnudo pegado al mío. Sus manos siempre impacientes... A veces no somos conscientes de nuestra fortuna, aunque solo sea a momentos. Pero indudablemente, no cambiaría ni uno solo de esos instantes efímeros en los que su piel se une a mí. Cortos, intensos, limitados y anhelados... Podría describirlo de mil maneras, pero quiero quedarme solo con sus labios. Nunca nadie me había besado con esa ternura que sin decir nada, demuestra todo....
Oscuros. Quizás negros, o de un marrón chocolate tan profundo que daba miedo mirarlos detenidamente. Intimidantes. O eso suponía. En realidad no tenía ni un asomo de idea de cuál era el color exacto de sus ojos, pero de lo que si estaba infinitamente segura, era de que una sola de sus miradas podría llegar a hacerme temblar... 
¿Sabes cuál es esa sensación de cuando te levantas vacía y no hay ni una pizca de ilusión que te haga levantar el día? Casi siempre viene seguida de un momento anterior en que lo has entregado todo, y ya no te queda nada para ti. Esos momentos posteriores a tener un corazón desnudo que espera que lo arropen pero no lo encuentra. Es una sensación fría, extraña. Te hace sentir intrusa en tu propio cuerpo. Tus manos no reconocen tus mejillas y tus ojos suelen oler a mar. El tacto de tu piel ya no es tan suave y tu mirada se encuentra perdida en un limbo del que ni siquiera es consciente de que debe salir. Tus pies se quedan fríos, tus labios inmóviles. Tu pelo se queda sin brillo y tu sonrisa no es capaz de florecer, sabes, en mucho tiempo ya. El paso previo a un corazón roto es una de las peores sensaciones que podemos experimentar, pero aun así, nunca podrá compararse al preciso instante en el que sientes el crujir que indica que se está rompiendo: ese segundo, ese crujido que te deja c...
Y de repente, sin previo aviso, mis lágrimas comenzaron a correr mejilla abajo. No sabía si por pena, frustración, impotencia... Solo sabía que me sentía pequeña y desvalida, tanto como cuando le desnudas tu alma a alguien que mira hacia otro lado. Era un dolor profundo, desgarrador, de ese que aparece y no sabes cuánto va a quedarse.  A veces cansaba ser siempre la chica buena, la que se conforma, la que siempre está. A veces esta chica solo necesita que por una vez en la vida, no la traten como a una chica buena, sino que la elijan. Pese a todo. Para todo. Esta noche iba a costar dormirme.  Había sentido como por un segundo mi corazón se hinchaba y se desinflaba momentos después con la misma rapidez. No es fácil sentir crujir tu corazón y seguir como si nada hubiera pasado. Si algo había aprendido en estos años era a quererme, por eso me abracé bien fuerte, y me volví a decir a mí misma que nunca dejaría que nadie volviera a hacerme daño de nuevo... Y lloré, como llora un al...
Algo inesperado. Casi sin pensar. Pequeño y visible. Ya me había cansado de esconder lo que soy. Típico tal vez, pero muy de mí. Un pequeño avioncito de papel, en dirección a los dedos. La fragilidad del papel unida a las ganas de volar y conseguirlo. Mis letras, mis textos, lo que sale de mí. La travesía que no sabe dónde le llevará, la fugacidad del viaje. La ilusión de hacerlo volar y que se mantenga... La facilidad de poder hacer con tus manos lo que quieras. La perdurabilidad en el tiempo de un pequeño trozo de papel guardado, y no sé cuantas miles de cosas más. Total, que más da: cada vez que me preguntan por su significado les digo que es algo sin sentido, al azar. No tienen por qué saber mucho mas...
Año 2020, el año de la enfermería. Nos lo llevaban diciendo desde el verano anterior. Un año a lo grande para la profesión, y lo está siendo literalmente, aunque ninguno lo esperara de esta forma. Mi año, pensaba yo a finales de 2019: el año en el que he comprado mi piso, pensaba hacerme un traje de flamenca nuevo, otro tatuaje, empezar la reforma, comprarme una moto e irme de vacaciones lejos... Que ilusa. El año que recordaremos el resto de nuestros días. La famosa pandemia que nos metía en casa a cal y canto y nos enseñaba, sin quererlo, miles de cosas. Nos ha enseñado que las cosas que menos valorábamos eran las más importantes: un abrazo, un beso, un rato con los amigos, las reuniones los fines de semana, las cenas, las risas...Nos ha enseñado que el dinero no compra la felicidad, ni la salud, y que un futbolista es cien veces más prescindible que una enfermera. Nos ha enseñado a valorar las profesiones a las que antes no dábamos importancia: un agricultor, un camionero, un...
Sanitaria apestada. Así es como me siento. Como nos sentimos: de usar y tirar. Servimos para luchar contra el Covid-19 pero luego ya no servimos para nada. Somos héroes mientras estamos en plena pandemia pero al menor atisbo de salida ya nadie se acuerda. Ya volvemos a ser lo que éramos: una profesión nada valorada. Se dan muchas palmadas en los balcones mientras nos clavan puñaladas en la espalda. Solo hasta hoy me resistía a pensar así. En el hospital, entre plástico y plástico hablamos. Nos contamos experiencias, dudas, nos intentamos animar unos a otros, porque esto comienza a pesarnos mucho. Y todos coincidimos en una cosa: los sanitarios somos unos apestados. Mis compañeros contaban que sus propias familias, ahora en fase 1 de la desescalada que se pueden hacer visitas, les huyen y les dicen que no vayan a verlos pero el mero hecho de estar donde están, donde estamos, en una planta de Covid-19. Contaba hoy mi compañero que a su mujer, la hermana no quiso abrirle la puerta ni...
Fueron 9 palabras las causantes de aquel golpe de realidad que yo intentaba, sin darme cuenta, no ver: "Te echo de menos chica de la risa infinita". ¿Cuánto tiempo hacía que no me reía? Mucho, demasiado. Y eso no es algo usual en mí. Si mal no recuerdo, desde el último fin de semana de febrero: Carnaval. Hace mucho tiempo que no me río, y también que no duermo, apenas unas 3 ó 4 horas al día. Sobrevivo en un estado de cansancio que intento no ver ni mostrar. No están siendo unos días fáciles. ¿Días? Meses. Coronavirus se llama el bicho. Soy enfermera y siempre me ha apasionado mi trabajo. Nunca me ha pesado ir a trabajar porque para mí es un placer pasar las horas infinitas en el hospital cuidando de mis pacientes. Ahora, desde mediados del mes de marzo, ya nada es como antes. Aún recuerdo el primer día que entré en contacto con el famoso virus. La tarde antes mi amigo me había hecho unas pantallas con la impresora 3D para protegerme, aunque yo no era demasiado con...