LA NOCHE QUE TOQUÉ FONDO
De estos días que tienes tantas cosas que hacer que te faltan horas. Hoy es uno de ellos, en los cuales te encuentras tan saturada que solo quieres desaparecer del mundo. De estas noches de trabajo que recuerdas que un día hubo noches peores. Precisamente estaba acordándome de una noche realmente horrible. Era mayo, unas semanas antes de los exámenes. Recuerdo que llevaba una semana bastante nerviosa, con demasiadas cosas en la cabeza y ninguna estabilidad emocional. Aun recuerdo cómo llegó ese mensaje de que, quién en teoría es tu apoyo, no quiere hablar contigo. Pero ni esa noche ni en los días sucesivos. Que te dejan. Por whatssapp. Otra vez. Recuerdo mi mundo desmoronarse y yo con él. Recuerdo mi cuerpo tirado en el suelo, rota completamente, conteniendo la respiración. El momento en que pasas a ser un zombie. En que tu mundo ya no es mundo. Recuerdo esos brazos intentando consolarme y la preocupación en sus caras. La rabia por mi sufrimiento. Recuerdo pastillas de orfidal para intentar calmarme, un abrazo permanente de mi rubia a la que tanto quiero, una mantita liada, y mi cuerpo inerte en el sofá, en vela, toda la noche. Recuerdo un río permanente de lágrimas en mi mejilla, los ojos escociéndome y mi cuerpo sin fuerzas para moverme. Recuerdo mirar su rostro en las fotos y no poder creerlo. La única cosa que le había pedido: que no hiciese lo que meses antes otra persona me había hecho. Y le había faltado tiempo. Esa fue una de las noches más largas de toda mi vida. Pero también la noche en que decidiría que aquello no volvería a pasar más. Que era la última vez que alguien me hacía daño de esa manera. Era el momento en que volvía a tocar fondo de nuevo. A morirme casi literalmente de sufriento, para meses después, resurgir.
Nunca olvidaré esa terrible noche y todo lo que me hicieron sentir. Cada una de las lágrimas y abrazos que recibí. La oscuridad posarse sobre mí. Las tinieblas haciendo compañía todas y cada una de las horas que pasé sin poder reaccionar...
Ahora, meses después, doy gracias por ese momento, aunque parezca difícil. Porque gracias a ese dolor experimentado he aprendido a no confiar ciegamente como solía hacer. A ser mucho más fuerte, a sobrevivir con el corazón destrozado.
Porque ¿sabes que? Ahora sé el tipo de personas que no quiero en mi vida. No quiero personas que se preocupan más de aparentar que de ser. No quiero personas que piensen solo en ellas mismas. Quiero personas auténticas, claras y que sepan lo que quieren. Que no sean niños jugando con los sentimientos de los demás.
Hoy te doy las gracias por ese daño tan grande que me hiciste, porque gracias a eso, hoy soy otra persona.
"Todos morimos de amor, queriéndolo o sin quererlo. Morir no es perder la vida, morir es perder el tiempo."
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