ÓDIAME

Ódiame, con todas tus fuerzas y todas tus ganas. Será la señal inequívoca de que una vez me quisiste. No puede odiarse algo que no se ha querido con todo el alma. Odia mi sonrisa, mi pelo y mis labios. Mírame y mátame con una mirada. Saca tu furia y déjame hecha cenizas. Ódiame con todo tu ser, pues prefiero mil veces ser el blanco de tu ira, a pasar desapercibida. Odia mis cartas, mis letras y mi música. Odia mi ropa y mi perfume, mis manos y mis abrazos. Ódiame y sabré, que en el fondo de tu ser, algo, alguna vez, fue real. No me odies, y habrás perdido una parte de tu vida irrecuperable, esa parte que una vez te daba la vida, esas horas interminables que serán fantasmas danzando en tus sueños. Yo una vez te odié, y fue una mezcla de energía que convertía el odio en algo inefable.  Probablemente el odio sea el sentimiento más pasajero, a la vez que el más intenso, por ello, ódiame, y hazme inmortal. Me lo merezco.

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