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Temerosa cual corderillo, se acercó a él. No podía evitar estar nerviosa, era una situación extraordinaria y no estaba preparada para ello. Él se veía tal cual lo recordaba. En realidad no había pasado mucho tiempo desde que sus ojos se miraron por última vez. Tenía unos ojos verdes bastante bonitos y una mirada que invitaba a hablar. Pero lo más sorprendente fue su abrazo. Algo tan inexplicable que solo puede atribuirse a la magia: fue el hecho de cerrar los ojos y sentir como su corazón intentara recargar el de ella de energía, de amor, de fuerza y paz. Fue en ese instante en que ella cerró los ojos cuando sintió que su corazón intentaba brillar de nuevo aprovechando la recarga recibida, y que, instantáneamente, desapareció al abrir de nuevo los ojos.
Quizás no era su corazón el que no era capaz de amar de nuevo, sino ella...
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