UNA OPORTUNIDAD EN CADA VIAJE
Cogió el pañuelo más grande que tenía, el abrigo más calentito y las botas más altas. No siempre se emprende una single-aventura, de modo que había que estar preparada para la ocasión. Un poco de perfume, colorete y rímel en las pestañas para dar sensación de arreglada pero informal, como a ella le gusta. Llena la maleta, nunca se sabe lo que se pueda necesitar, un buen libro, el ipod cargado, un saco de paciencia, un bol de palomitas, una bolsa tamaño grande de ganas y una sonrisa de oreja a oreja. Por supuesto, ha tomado conciencia de que el viaje está lleno de baches, traqueteos y surcos, escaladas y caídas libres. Eso sí, nada lo suficientemente difícil para asustarle. Coge su billete y sube al tren, dispuesta a comenzar el viaje.
El vagón no se ve muy lleno, busca su asiento y descubre frente a ella, para su sorpresa, un chico alto, moreno de ojos claros, que se entretiene leyendo un libro. Coloca sus cosas, se enciende la música y mira el paisaje. Le encanta estar en el lado de la ventanilla y ver pasar los campos a toda velocidad. Tiene varias horas de camino, así que mejor tomarlo con calma. Los trenes inspiran y los paisajes al atardecer aún más. Y como suele pasar esas veces, escribe la primera palabra y todo el folio se llena de ellas, brotan como una fuente salida del suelo.
Las primeras gotas caen en el cristal, sobresaltando su ensimismamiento. Lleva más de una hora sin levantar la cabeza del papel y se le ha pasado el tiempo volando. Suena la megafonía anunciando la siguiente parada y ve que su compañero cierra el libro y se dispone a irse. "Efímero" es la palabra que viene a su mente.
Las primeras gotas caen en el cristal, sobresaltando su ensimismamiento. Lleva más de una hora sin levantar la cabeza del papel y se le ha pasado el tiempo volando. Suena la megafonía anunciando la siguiente parada y ve que su compañero cierra el libro y se dispone a irse. "Efímero" es la palabra que viene a su mente.
- Disculpa, ¿podrías dejarme tu bolígrafo? Será solo un minuto.
- Sí claro, cómo no.
Y justo ese minuto después se lo devuelve, acompañado de un marcapáginas con algo escrito y un guiño de despedida. Sin salir de su asombro lee la dedicatoria: "Nunca pensé que las escritoras tuvieran una sonrisa tan bonita, eso no lo dicen los libros". Y un número de teléfono a continuación.
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