Recuerdo que, hace algunos meses, me dio por tener cierto pensamiento entre manos. La pregunta era la siguiente: ¿Un corazón destrozado es capaz de amar de nuevo? Y recuerdo que la respuesta en ese momento era un sí rotundo. Sin dudas, sin demora. Sin embargo, por desgracia, hoy no pienso de la misma forma. Y quizás no seamos nosotros quien decidamos esto, quizás sean los trocitos de corazón quienes no estén dispuestos a darse de nuevo. Hoy día estoy totalmente segura de que un corazón destrozado es incapaz de amar como lo ha hecho antaño. Tiene ese miedo enquistado, y esas brechas en su piel que lo hacen incapaz de formar esa unión perfecta que se abraza a si misma y da por doquier. Las rajas, que lo atraviesan de lado a lado, son incapaces de unirse fuertemente de nuevo para regalar su bien más preciado, volviéndolo duro y frío. Es completamente imposible que un corazón destrozado se entregue por completo de nuevo, la prueba radica en que, sabiendo que va a sufrir de nuevo, ni siquiera se molesta en intentarlo. Es como quien dice "¿Para qué respirar si vas a morir tarde o temprano?" pero con la diferencia de que en este contexto, dé o no, va a seguir en su estado de "latencia", ni vivo ni muerto, mantenido a duras penas por cuatro pedazos que decidieron agarrarse de la mano porque se negaron a morir, esos pedacitos valientes que mantienen al individuo vivo...aunque incapaz de amar. Pero no solo por el hecho de estar roto, sino por lo que representan esas heridas: la confianza rota, el despecho, el dolor, las lágrimas, las tinieblas, la desesperanza, el tiempo perdido... Hay muchas razones por las cuales no amar de nuevo, y es que, sea con quien sea, el resultado final será el mismo. El hombre, por naturaleza, tienden a querer recibir más que a dar, de modo que siempre habrá un corazón que sufra.
Pero ¿dónde queda el límite entre lo real y lo irreal? ¿Entre el sentir y el fingir? ¿Entre el miedo y el arriesgarse? ¿Cómo podemos saber si lo que nos dicen que hacemos sentir es real o simple estrategia? Por mil y una preguntas más, el miedo impide a un corazón roto amar de nuevo. Quién sabe si será para siempre, si solo serán meses, o años, o hasta la llegada de un nuevo corazón que luche por hacer latir de nuevo los pedazos de éste.
Pero ¿dónde queda el límite entre lo real y lo irreal? ¿Entre el sentir y el fingir? ¿Entre el miedo y el arriesgarse? ¿Cómo podemos saber si lo que nos dicen que hacemos sentir es real o simple estrategia? Por mil y una preguntas más, el miedo impide a un corazón roto amar de nuevo. Quién sabe si será para siempre, si solo serán meses, o años, o hasta la llegada de un nuevo corazón que luche por hacer latir de nuevo los pedazos de éste.
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